jueves, 25 de febrero de 2010

UN PERRITO FIEL

En esta ocasión os voy a contar una historia de un perrito que quiso quedarse en un lugar mejor, pero poco a poco se dio cuenta que no había nadie mejor que su amo...

El viento soplaba, era invierno y los árboles se habían quedado calvos. Un niño chapoteaba entre los charcos, mientras su perrito levantaba la patita hacia un árbol. Donde quedó mojado empezó a crecer un agujero que el perrito quiso oler, pero esto no le bastó y entró para ver qué habia allí dentro. SE encontró con vacas, gallinas, patos y otros muchos animales de todos los tamaños y colores, que le daban la bienvenida... pero el perrito sintió miedo y los pelos de su lomo empezaron a erizarse. Un enorme gallo rojo se le acercó para avisarle que no tenía nada que temer, allí viviría en paz, pues era el reino de los animales, donde sólo hacían lo que más les gustaba, comían los bocados más apetitosos y jugaban todo el día, a cambio no podría volver nunca más a su antigua casa. El perrito no entendía nada de lo que le estaba ocurriendo.
-¿Qué era aquello, por qué era todo tan distinto allí, era el paraiso, estaría muerto?, se preguntó. Los otros animales le confirmaron que nada de muerto, aquella era la verdadera vida, la de los animales sin dueños ni esclavitudes ni ordenes de nadie. Todos sabían cómo comportarse, como convivir.
Allí él era su propio dueño. El perrito pensó que aquello no era para él y empezó a ponerse triste. A él le gustaba que su amigo le sacase a pasaeo, le puesies la comida a la hora correcta, le hiciese mimos y jugar juntos con la pelota. Un conejo vino a explicarle que nada de aquello hacía falta en realidad, que él no necesitaba que nadie le dijera lo que tenía que hacer, entonces el perrito corrió, saltó, se tiró agua, después se revolcó en la arena, le dio hambre, comió cosas riquísimas y como estaba cansado se tumbó a descansar. Pero no lograba dormir, pues a pesar de haber jugado todo el día se sentía triste al saber que nunca regresaría a su casa. Entonces un grito infantil lo despertó y vio que su amigo tenía el collar en la mano para salir de paseo. Cuando pasaron cerca del árbol, por las dudas, el perrito se aguantó las ganas de hacer pipí. Se sentía muy contento de estar de regreso en casa con sus seres queridos.

Para que veáis, que los animales, en ocasiones son un poco egoístas, pero a lo largo, se van dando cuenta de quienes son los que están siempre con ellos.
Nosotros si en este caso, hubieramos preferido estar en un lugar donde puedes acer lo que quiera y haber rechazado a nuestra mascota para sentirnos más libres.

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